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Las Juntas Directivas, en su estructuración y objetivos, han evolucionado en los últimos años, sin embargo, muchos empresarios aún se cuestionan sobre si deben tener o no tener Junta Directiva en sus compañías.
Por eso, realizamos esta compilación de comentarios de los empresarios, así como asuntos y recomendaciones a considerar para determinar si necesito o no este tipo de organismos:
1. Mi empresa es muy pequeña
Uno de los primeros asuntos que mencionan los empresarios a la hora de considerar una Junta Directiva es el tamaño de su compañía. Empresas micro, pequeñas y medianas usualmente piensan que por su tamaño no se justifica tener este tipo de organismos, y tiene sentido, porque tradicionalmente las juntas se han considerado como pesadas, demasiado robustas, burocráticas (en un mal sentido) o excesivas, y que solo las empresas muy grandes pueden sostener esa estructura.
En la experiencia, hemos visto que no es tanto una cuestión de tamaño sino de restricciones en el flujo de caja o de desconocimiento de lo que debe hacer una junta directiva. Desde nuestra perspectiva, las empresas no tienen un tamaño específico para necesitar o no una junta directiva, a menos que, por ley, tengan esa obligación. Más allá de considerar el tamaño actual de la empresa, debemos entender las necesidades que tiene frente a su futuro.
Por tanto, planteamos estas preguntas orientadoras:
- ¿Mi empresa está organizada al interior?
- ¿Tenemos procesos y procedimientos estructurados que funcionan?
- ¿La Gerencia enfoca más del 50% de su tiempo en tareas operativas?
- ¿La Gerencia diseña, analiza y desarrolla la visión del negocio?
Estas respuestas, más allá del tamaño de la organización, dan una idea de cómo está funcionando, si es muy operativa, si tiene una mentalidad de “apagar incendios”, si se ocupa de la estrategia y de pensar en el mañana, si es reactiva o propositiva, y si esa cultura y estructura actual van a llevarla al cumplimiento de sus objetivos de largo plazo.
En estos casos, una Junta Directiva puede apoyar de manera progresiva a que evolucione la mentalidad de la organización y se despegue del día a día para enfocarse más en la estrategia, la rentabilidad, y el futuro. Hacemos una aclaración importante: en algunas compañías, lo primero es una reorganización interna como paso previo a una Junta Directiva porque si la empresa no tiene un mínimo de procesos u orden la interior, la Junta Directiva no podrá hacer seguimiento de resultados, no podrá evaluar al Gerente o su desempeño, no podrá implementar las estrategias que plantea y, posiblemente, termine coadministrando en el día a día para que las cosas fluyan.
2. Tener Junta Directiva cuesta mucho dinero
Las Juntas Directivas requieren inversión, aunque, en ocasiones, no es tan alta como los empresarios puedan imaginarlo. Antes de descartar la Junta Directiva por el costo que implique, la recomendación es analizar si realmente necesito ese organismo, y si es así, entonces encontraremos mecanismos para hacerlo viable.
Algunas preguntas orientadoras son:
- En época de pandemia o en situaciones de crisis, ¿pudimos reconfigurar o adaptar nuestro negocio para mantenernos a flote?
- ¿Teníamos estrategias planteadas desde antes para estas situaciones?
- ¿Veníamos innovando, cambiando, explorando alternativas que nos ayudaron a sobrellevar este momento?
- ¿Exploramos nuevos nichos, productos, servicios, modelos de negocio, etc., desde antes de que la crisis llegara?
Si la respuesta a la mayoría de esas preguntas es no, entonces sí necesita de un escenario para poder pensar de forma organizada y estructurada en el futuro, y el lugar ideal es una Junta Directiva. Al hacerlo, ese organismo se pagará solo (y debe hacerlo) con ahorros, estrategias, mejora en ingresos, disminución de pérdidas e impactos negativos, etc. Hacemos una aclaración importante: el valor que se le paga a cada miembro de la Junta Directiva depende del tamaño de la compañía, del perfil que se busque y de los objetivos puntuales que se ple planteen. Por tanto, al tener claro este tema, se podrá generar un presupuesto estimado para cruzarlo con el flujo de caja de la compañía y validar su viabilidad.
3. No le veo utilidad a traer personas de afuera para que me digan lo que yo ya sé
Una Junta Directiva en no debe diseñarse para decir lo que la empresa ya sabe, si es así, estamos de acuerdo en que es una pérdida de tiempo y dinero. Una Junta Directiva debe enfocarse en pensar a futuro, apoyar a la Gerencia para el logro de los objetivos, cuestionar paradigmas en la organización y encontrar soluciones que no habíamos pensado antes.
Cuando nos hemos encontrado con este comentario de los empresarios, bien sea para no iniciar con su Junta o para eliminarla porque le decían lo que ya sabía, entendemos que la estructuración y las personas en esa junta no eran las idóneas. Se debe contratar a miembros de junta que entiendan del sector (no necesariamente que sean expertos), que cuenten con un perfil cuestionador, analítico, disruptivo y propositivo para poder entender la situación de la compañía y diseñar su futuro, según los objetivos que quieran perseguir los accionistas. Si contratamos a personas que solo estén de acuerdo con lo que dice el Gerente, no pasará mucho tiempo para que la empresa considere en cambiarla o eliminarla porque no aporta nada nuevo.
Por tanto, no hay que echarle la culpa a la junta en sí sino a la manera en la que se estructuró. Puede que, con un cambio con relación a sus objetivos, enfoque y composición, comience a aportar valor para el fortalecimiento de la empresa.
4. No tengo tiempo para una Junta Directiva
Este es uno de los comentarios que nos encontramos con más frecuencia, y la pregunta es: ¿Debo tener tiempo para la Junta Directiva? O, al tener Junta Directiva ¿podré tener más tiempo? Es un poco un cuestionamiento de qué fue primero, si el huevo o la gallina.
Hemos analizado que las razones detrás de la falta de tiempo para la Junta Directiva pueden ser diversas, como una organización interna deficiente que lleva a los directivos a ser demasiado operativos, un estilo de liderazgo basado en la microgestión o incluso la falta de interés en tener una Junta Directiva. En cualquier caso, es importante reflexionar sobre la situación de la organización y su futuro, tanto empresarial como personal. Una empresa que depende exclusivamente de una sola persona para cada detalle, con empleados que solo obedecen y sin oportunidad para proponer ideas innovadoras, no tendrá un futuro estable.
Así que antes de echar en saco roto a una Junta Directiva porque no tengo tiempo, debemos reflexionar y cuestionar los paradigmas de gestión del negocio para entender cómo podemos tener tiempo para pensar en el futuro y en la estrategia, que es de lo que debe encargarse una junta directiva.
5. Llevamos 30 años haciendo las cosas de una forma y ha sido exitosa
Por último, la historia (sobre todo la exitosa) nos lleva a pensar que debemos mantener lo mismo porque hasta ahora nos ha funcionado. Sin embargo, lo que hemos hecho nos ha traído a donde estamos ahora, pero no es garantía de que nos vaya a llevar a donde queremos llegar a futuro.
Un ejemplo sencillo es el cambio que hemos vivido desde la perspectiva tecnológica. La forma de hacer negocios, comprar, vender, y relacionarnos con los consumidores ha cambiado, no es la misma de hace 5, 10, 20 o 50 años. ¿Qué nos hace pensar que será la misma dentro de 5, 10, 20 o 50 años? Si hemos tenido éxito en el pasado y nuestras decisiones nos han favorecido, debemos aprovechar esa experiencia para proyectarnos hacia el futuro. Si bien es posible que no tengamos todas las habilidades y competencias necesarias para hacerlo, contar con un equipo enfocado en pensar en ese futuro aumenta nuestras posibilidades de éxito
En estos casos, tener una Junta Directiva puede ser un espacio propicio para tener esas conversaciones y apalancarnos en nuestro conocimiento actual para llegar al siguiente nivel. Si hemos hecho las cosas bien durante los últimos 30 años, es hora de reconocer y agradecer ese camino y pensar en el mañana de forma organizada, estructurada y consistente.
Conclusión
No hay una única respuesta ni la Junta Directiva es la solución mágica a todos los problemas empresariales. Lo que los empresarios deben tener claro es que la Junta logra alcanzar su potencial cuando:
- La empresa se encuentra organizada al interior: procesos, procedimientos y canales de información adecuados.
- Contamos con personas empoderadas, o que se están fortaleciendo en este aspecto: empleados que no solo “hacen caso” sino que proponen, piensan y toman decisiones con base en lineamientos macro.
- La Gerencia no es operativa: se encarga de asuntos del día a día y lo combina con análisis del entorno, entendimiento de los clientes, la industria y los competidores.
- Se compone de personas con objetivos específicos: los miembros de junta directiva deben ser elegidos porque sus perfiles son necesarios para el cumplimiento de los objetivos estratégicos de la compañía y ellos tienen claras esas metas
- Los accionistas están alineados: tienen una visión compartida del largo plazo de la empresa, así el rol de cada uno cambie con el tiempo
En conclusión, desde nuestra perspectiva, antes de desechar la idea de una Junta Directiva por estas u otras razones, es importante entender ¿Qué hace una Junta Directiva? y ¿Qué NO hace una Junta Directiva?, para poder tomar una decisión informada.
La experiencia de cada empresa es única y, así mismo, debe ser su estructura de Junta Directiva y Gobierno Corporativo. Lo que le sirve a una empresa puede que no le aplique a la otra, así estén en la misma industria y tengan el mismo tamaño. Este debe ser un traje a la medida de sus necesidades, deseos y posibilidades.
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